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Antiguo oficio de lechera en Tenerife

Antiguamente, existía en Canarias la figura de “la lechera”, mujeres que durante siglos alimentaron a varias generaciones con los productos lácteos frescos que traían del campo, y que vendían casa por casa. No es difícil recordarlas aún  cargando grandes lecheras en su cabeza y en sus brazos, ataviadas siempre con delantales con bolsillos para poder cobrar la leche que iban vendiendo. Mujeres  trabajadoras incansables que contribuían en la economía familiar dedicándose al antiguo oficio de las lecheras.

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Lecheras canarias
Imagen antigua de lecheras en Tenerife

Vestimenta de las lecheras:

 

Su vestimenta estaba compuesta por lonas, delantal blanco y sombrero.

«Si no íbamos con el delantal blanco nos ponían un duro de multa».

Algunas vestían de negro, otras con las ropas de que dispusieran. Llevaban un ruedo que se colocaban dentro del sombrero y la cesta encima, lo hacían con un trozo de tela enrollado y servía para «no molerse la cabeza». En algunas ocasiones tenían que ayudarse a cargar y descargar porque era demasiado peso para que lo pudieran hacer solas. Tenían un bolsillo en la parte anterior del delantal, donde guardaban las monedas, los billetes los colocaban en otro bolsillo más cercano al cuerpo, para más seguridad.

«Se amarraban en la cintura un bolsito con las perras, tenía una cremallerita por un lado, y en otro ladito tenían dinero suelto pa devolver» (Marichal; 2006).

 

Las grandes carencias económicas impedían a la población contar con zapatos, por tal motivo, cuando se hacían con un par, lo cuidaban celosamente. Tanta era la consideración que tenían con el calzado que la mayor parte del tiempo las mujeres realizaban los trayectos con los pies descalzos, para no estropear los zapatos, portándolos guardados, y poniéndoselos únicamente una vez llegaban a su destino. Para algunos viajeros, los isleños estaban tan acostumbrados a caminar descalzos que, cuando se ponían los zapatos, les molestaban al andar, razón por la que preferían seguir con sus pies desnudos. Sin embargo, la realidad es que los campesinos eran tan pobres que, cuando disponían de algunos, buscaban los medios precisos para no desgastarles las suelas (Pérez ;2006)

antigua lechera en Tenerife
Imagen antigua de lechera

“De pronto aparecieron dos muchachas andando con ondulante y firme paso, sus desnudos pies parecían pisar el áspero suelo con mayor soltura que los mal herrados cascos de nuestras monturas, porque no se cuidaban de pisar con tiento, atentas sólo a llegar cuando antes a su destino y soltar las cargas de sus cabezas”.

Fuente: Pérez, T. G. (2006).

Carnet de lechera

La normativa exigía que fueran identificadas con su carnet de lecheras, lo que ayudaba a tener un control sobre las personas que ejercían esta actividad; ir vendiendo leche sin el carnet podía suponer una grave sanción.

« Teníamos que ir de sanidad»

Ir enfermas con la leche también podía suponer una sanción. Los años de trabajo les concedían una habilidad especial:

«Estábamos tan apulsadas que vaciábamos un litro dentro de las botellas sin fonil ni nada».

La leche es un producto muy delicado que se estropea con facilidad, si se les cortaba por cualquier razón (y era medianamente fácil que esto sucediera: cambios de temperatura, suciedad, ajetreo . .. ), los ganaderos, en caso de que la leche fuera comprada, les reclamaban igualmente su parte del dinero y ellas no tenían con qué pagarles.

Fregaban los cazos con sosa y esparto, en las uniones del cazo tenían que pasarle con un palito limpio para sacar la leche y la grasa que se quedaba depositada allí, porque si no la leche se cortaba

Antiguo carnet de lechera
Imagen extraída del documento de Marichal (2006).

Sobre los cazos

“Fregaban los cazos con sosa y esparto, en las uniones del cazo tenían que pasarle con un palito limpio para sacar la leche y la grasa que se quedaba depositada allí, porque si no la leche se cortaba”.

«La leche se colaba con un trapo blanco, blanco, tenía que ser todo muy limpio lo de la leche, luego las señoras, en las casas, la colaban también». «Se fregaban los cacharros muy bien con esparto y unos palillos para pasarlos por las rendijitas. Había que poner en agua los cazos y fregar muy bien con esparto y jabón de la rueda o el lagarto, todo había que limpiarlo muy bien porque la leche se corta con la suciedad». « Todo eso sí lo viví yo, todo muy limpio siempre, los cacharros eran sólo para la leche, cada cosa tenía su uso. Las cestas también, las de la leche eran las de la leche y las de la fruta las de la fruta(. . .), las de la leche eran más chatitas … »

Cazos de leche con el nombre del cliente grabado:

La leche para los señores de las fincas no era como la de los demás, tampoco se vendía de igual forma:

«la leche de las fincas iba toda con candado y con el nombre del dueño grabado».

En ocasiones, la lechera correspondiente era la que hacía la entrega, en otras el cazo viajaba solo en la guagua perrera, la jardinera, o el camión … no había posibilidad de pérdida porque el nombre del dueño estaba grabado y cualquier afrenta a un cacique se podía pagar muy cara. (Marichal, 2006; 266).

«A los ricos le traían la verdura y la leche en las guaguas del correo, venían las cacharras de leche con su nombre. Después fueron los camiones los encargados de pasar por las fincas. Los sábados se les mandaba las frutas junto con la leche (. . .). Ellos tenían cacharros dobles, así ponían unos vacíos y se llevaban los llenos».

Lechera_Canarias_CasaLosBalcones
Cazo con el nombre de la propietaria: Eladia Machado.

El cese de la actividad

La mayoría de las lecheras no abandonó su trabajo por gusto, sino, una vez más, por necesidad. Se completó uno de esos ciclos que componen la existencia y, de la misma forma que este oficio se creó debido a las carestías de las ciudades, fueron otras necesidades, las correspondientes a los nuevos tiempos, las que obligaron a que se extinguiera. No podía ser de otra forma, ya que los nuevos sistemas industriales iban a otro ritmo y la población demandaba otros servicios. Las centrales lecheras comenzaron a recoger la leche de los ganaderos a finales de los años cincuenta, principios de los sesenta, del pasado siglo. Algunas lecheras siguieron vendiendo después de esta fecha, pero ya era de forma clandestina. Se perdió de esta forma el antiguo oficio de las lecheras

« Yo continué hasta que ya no se pudo más, muchas siguieron a la escondida, pero ya las centrales recogían la leche y era un peligro porque las multas eran tremendas». «En los últimos tiempos yo vendía por un lado y ella (la lechera), por otro, ya no la acompañaba. Yo hacía el trayecto a pie, por la carretera de Las Canteras a La Laguna, mientras ella bajaba en guagua a repartir a los sitios más alejados. Las feligresas me tenían la vida amargada, querían que faera la lechera y no yo porque pensaban que yo las engañaba y les ponía mala leche (. . .), ella tenía que ir por allí de vez en cuando a pasarles la mano y entonces se quedaban tranquilas un tiempo, pero luego empezaban otra vez con la majadería».

«Recuerdo la última señora que vendió por aquí, se llamaba Gregaria La Risquera, vivía en el Camino Tornero. Su marido la ayudaba a bajar a Santa Cruz porque él trabajaba en el muelle, bajaban a Santa Cruz con la leche en el burro». «Más o menos en el año 56 dejamos de comprar, los guardias perseguían a las lecheras porque aquello ya no se podía hacer, cuando las encontraban les requisaban la mercancía o les tiraban las cacharras al suelo y se las vaciaban todas». De aquellas lecheras de antaño poco queda ya, van quedando ellas, con sus recuerdos, sus vivencias, su anécdotas … también su espíritu de mujeres luchadoras, el trabajo … la fama, merecida o no.

Bibliografía:

Marichal, A. A. (2006). Lecheras: las circunstancias y la vida. Tenique: Revista de Cultura Popular Canaria, (7), 237-268

Laorotava.es (s/f). Disponible en https://www.laorotava.es/es/noticias/la-villa-rinde-homenaje-a-la-mujer-lechera

Pérez, T. G. (2006). La mirada europea: huellas de mujeres canarias en los libros de viajes. Anroart Ediciones

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